Debiera sentir satisfacción de alimentarse con las preciosas promesas que ofrece la Palabra de Dios, debiera encontrar solaz en ella y sentirse elevada por encima de las cosas comunes (154) hasta llegar a las importantes cosas eternas.
¡Pero la mente ha sido empleada en
una forma muy distinta! ¡Se ha ocupado en recoger la paja!
Las reuniones de la iglesia, en la forma como se han llevado a cabo, han sido una verdadera maldición para muchos en Nueva York. Estos pleitos fabricados han dado rienda suelta a conjeturas y suposiciones malignas. Los celos han sido alimentados. Ha existido odio, pero no lo han reconocido.
Las mentes de algunos han abrigado
ideas erróneas, y se han visto inclinados a reprochar sin amor, han medido a
otros con la idea que ellos tienen de lo que es correcto, y no han tenido
misericordia sino que han abrumado a la persona caída con un peso destructor.
Vi que muchos en Nueva York se han
preocupado tanto de sus hermanos, por mantenerlos en el camino derecho, que han
descuidado sus propios corazones.
Sienten tanto temor de que sus
hermanos no sean celosos ni se arrepientan, que se olvidan de que ellos mismos
padecen de males que deben corregirse. Tratan de enderezar a sus
hermanos teniendo ellos mismos sus propios corazones no santificados.
La única forma como los hermanos y las hermanas de
Nueva York pueden levantarse es que cada uno atienda su propio caso individual,
y ponga en orden su propio corazón.
Si resulta claro que un hermano ha cometido un pecado, no hay que contarlo a los demás, sino que con amor por el alma de ese hermano, con el corazón lleno de compasión y con misericordia, hay que hacerle ver a él mismo el mal que ha cometido, y luego hay que dejar ese asunto con él y el Señor.
Así habrá cumplido con su deber de miembro que tuvo conocimiento del mal cometido. Pero nadie debe dictar sentencia.
Se ha
convertido en un asunto muy liviano la tarea de controlar la vida de un
hermano, de condenarlo y de mantenerlo bajo condenación.
Se ha manifestado celo por Dios, pero
sin conocimiento. Si
cada uno pusiera orden en su propio corazón, cuando los hermanos se reúnen
su testimonio sería espontáneo y procedería de un alma llena, lo cual
conmovería a las personas que no creen en la verdad.
La manifestación del Espíritu de Dios diría a sus
corazones que vosotros sois hijos de Dios. Nuestro amor mutuo debiera
ser evidente para todos. Entonces hablaría y tendría influencia.
Vi que la iglesia de Nueva York podría levantarse. Ocupaos de la
obra individualmente, manifestad celo por la causa y arrepentíos; y después de
haber corregido todos los males, creed que Dios os (155) acepta.
No murmuréis sino que aceptad la Palabra de Dios.
Vedlo con diligencia y creed que él os recibe.
Una parte de la obra consiste en creer. El que ha
prometido es fiel. Avanzad por fe.
Los hermanos pueden levantarse en Nueva York como también en otros lugares, y pueden beber la salvación de Dios. Pueden avanzar con entendimiento, y cada uno puede tener una experiencia personal en este mensaje del Testigo Fiel a los laodicenses.
La iglesia siente que se encuentra caída, pero no sabe cómo levantarse. Las intenciones de algunos pueden ser muy buenas; pueden hacer confesiones; sin embargo vi que son observados con sospecha y se los considera ofensores por una palabra pronunciada, hasta que no tienen libertad ni salvación.
No se atreven a manifestar los sencillos sentimientos del corazón, porque saben
que se los observa. Dios desea
que su pueblo le tema a él y tengan confianza unos con otros.
Vi que muchos se han aprovechado de
lo que Dios ha mostrado con respecto a los pecados y males de otros. Han
tomado el significado extremo de lo que se ha mostrado en visión, y luego
han insistido en ello hasta que se ha producido la tendencia a debilitar la fe
de muchos en lo que Dios ha mostrado, y se ha desanimado y desalentado a la
iglesia.
Los hermanos debieran manifestar tierna compasión en su trato mutuo. Debieran tratar con mucha delicadeza los sentimientos de los demás. Ocuparse de los males de los demás debiera ser la obra más delicada e importante de todas. Un hermano debiera ocuparse de ello con la mayor humildad y considerando sus propias debilidades, para que él mismo no sea tentado.
He visto el gran sacrificio que Jesús
hizo para redimir a los seres humanos. No consideró su vida demasiado valiosa
para sacrificarla. Jesús dijo: "Que os améis unos a otros, como yo
os he amado" (Juan 15:12).
Cuando un hermano peca, ¿siente usted que podría dar su vida para salvarlo?
Si siente en esa forma, puede aproximarse a él y ejercer influencia en su corazón;
usted es justamente la persona que
puede hablar con ese hermano.
Pero resulta lamentable que muchos que profesan ser hermanos, no están dispuestos a sacrificar ninguna de sus opiniones, ni su juicio, para salvar al hermano.
Hay muy poco amor mutuo. Se manifiesta un espíritu de egoísmo.
El desánimo ha invadido la iglesia.
Los miembros han estado amando el mundo, amando sus granjas, su ganado, etc.
Ahora Jesús los llama a apartarse, a
hacerse tesoros en el cielo, a comprar oro, (156) vestidos blancos y colirio.
Estos son tesoros preciosos. Obtendrán la entrada al reino de Dios para el que
los posea.
El pueblo de Dios debe avanzar con
entendimiento. No debiera estar satisfecho hasta haber confesado todo pecado
conocido; después de eso tienen el privilegio y el deber de creer que Jesús los
acepta.
No deben esperar que otros se abran paso a través de
las tinieblas y obtengan la victoria para que ellos la disfruten. Ese gozo durará únicamente hasta que
termine la reunión.
A Dios hay que servirle por
principio y no por sentimiento.
Ganad la victoria para vosotros
mismos en la mañana y en la noche en vuestra propia familia. No permitáis que
vuestros afanes diarios os impidan hacerlo.
Tomad tiempo para orar, y al hacerlo,
creed que Dios os oye. Mezclad fe con vuestras oraciones. Puede ser que no
todas las veces recibáis una respuesta inmediata, pero entonces es cuando la fe
se pone a prueba. Sois probados para ver si confiaréis en Dios, si tenéis una
fe viviente y estable. "Fiel es el que os llama, el cual también lo
hará" (1 Tes. 5:24).
Recorred el paso angosto de la fe. Confiad
en las promesas del Señor. Confiad en Dios en medio de las tinieblas. Ese
es el tiempo cuando se debe manifestar fe.
Pero a menudo dejáis que los sentimientos os dirijan. Buscáis en
vosotros algo de valor cuando no os sentís reconfortados por el Espíritu de
Dios, y desesperáis porque no podéis encontrarlo.
No confiáis suficientemente en Jesús, en el
amante Jesús. No dejáis que sus méritos sean todo. Lo mejor que
vosotros podáis hacer no merecerá el favor de Dios. Son los méritos de Jesús
los que os salvarán, es su sangre la que os limpiará.
Pero vosotros debéis realizar esfuerzos. Debéis hacer lo que podáis de vuestra parte. Sed celosos y arrepentíos, y luego creed. No confundáis la fe y los sentimientos, porque son cosas diferentes. Nosotros podemos ejercer la fe.
Esta fe debemos mantenerla en actividad.
Creed, creed, dejad que vuestra fe se apodere de la bendición, y ésta será
vuestra.
Vuestros
sentimientos no tienen nada que hacer con esta fe. Cuando la fe traiga la bendición a
vuestro corazón, y vosotros sintáis regocijo en la bendición, eso ya no es fe, sino sentimiento.
El pueblo de Dios
debe levantarse firmemente en Nueva York, salir de las tinieblas y hacer brillar su luz. Están
en el camino de la obra de Dios. Deben dejar que el mensaje del tercer ángel
haga su obra en sus corazones.
Hermanos, Dios es deshonrado por vuestras (157) largas oraciones sin fe. Apartaos de la falta de méritos del yo, y en cambio exaltad a Jesús. Hablad de la fe, de la luz y del cielo, y tendréis fe, luz, amor, paz y gozo en el Espíritu Santo.
TESTIMONIO 4 PARA LA IGLESIA
(1857). TOMO 1/EGW/MHP
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