sábado, 28 de noviembre de 2020

01. NATURALEZA E INFLUENCIA DE LOS TESTIMONIOS.

A MEDIDA que se acerca el fin, y la obra de dar la última amonestación al mundo se extiende, resulta más importante para los que aceptan la verdad presente tener una clara comprensión de la naturaleza e influencia de los Testimonios, que en su providencia Dios vinculó con la obra del mensaje del tercer ángel desde su mismo nacimiento.  En las siguientes páginas se dan extractos de lo que he escrito durante los últimos cuarenta años, con relación a mi propia experiencia en esta obra especial, con el fin de presentar también lo que Dios me ha revelado acerca de la naturaleza e importancia de los Testimonios, la manera en que son dados, y cómo deben ser considerados.

Fue poco después de transcurrir la fecha de 1844, cuando me fue dada mi primera visión.  Estaba visitando a una amada hermana en Cristo, cuyo corazón estaba unido al mío. Cinco de nosotras estábamos arrodilladas en silencio en el altar de la familia.  Mientras estábamos orando, el poder de Dios descendió sobre mí como nunca lo había sentido antes.  Me parecía estar rodeada de luz, y estar elevándome siempre más de la tierra. En esa ocasión tuve una visión de lo que sucedería a los creyentes adventistas, la venida de Cristo y la recompensa que habría de ser dada a los fieles.

En una segunda visión, que no tardó en seguir a la primera, me fueron mostradas las pruebas por las cuales debía pasar y que era mi deber ir y relatar a otros lo que Dios me había revelado.  Me fue mostrado que mis labores encontrarían gran oposición, y que mi corazón sería desgarrado por la angustia, pero que la gracia de Dios bastaría para sostenerme a través de todo.  La enseñanza de esta visión me afligió grandemente; 271 porque me indicaba el deber de ir entre la gente y presentar la verdad.

Un gran temor que me oprimía consistía en que si obedecía el llamamiento del deber, y salía declarándome favorecida del Altísimo con visiones y revelaciones para la gente, podría ceder a una exaltación pecaminosa y elevarme por encima de la posición que me correspondía ocupar, atrayendo sobre mí el desagrado de Dios y perdiendo mi propia alma.  Tenía ante mí varios casos como los que he descrito, y mi corazón rehuía esta penosa prueba.

Rogué entonces que si debía ir y relatar lo que el Señor me había mostrado, fuese preservada del ensalzamiento indebido. Dijo el ángel: "Tus oraciones han sido oídas, y serán contestadas.  Si ese mal que temes te amenaza, la mano de Dios se extenderá para salvarte; por la aflicción te atraerá a sí, y conservará tu humildad. Comunica el mensaje fielmente.  Persevera hasta el fin y comerás del fruto del árbol de la vida y beberás del agua de la vida."

En ese tiempo había fanatismo entre algunos de los que habían creído el primer mensaje. Albergaban graves errores de doctrina y práctica, y algunos estaban dispuestos a condenar a todos los que no aceptasen sus opiniones.  Dios me reveló esos errores en visión, y me mandó a sus hijos que erraban para declarárselos; pero al cumplir este deber encontré acerba oposición y oprobio.

Era una gran cruz para mi relatar a los que erraban lo que me había sido mostrado acerca de ellos. Me causaba gran angustia ver a otros afligidos o agraviados. Y cuando estaba obligada a declarar los mensajes, con frecuencia los suavizaba, y los hacia aparecer tan favorables para la persona como podía, y luego me apartaba a solas y lloraba en agonía de espíritu.  Miraba a aquellos que tenían tan sólo su propia alma que cuidar, y pensaba que si me hallase en su condición, no murmuraría.  Era difícil relatar los claros y penetrantes testimonios que Dios me daba.  Yo miraba ansiosamente el resultado, y si 272 las personas reprendidas se levantaban contra el reproche y más tarde se oponían a la verdad, acudían estas preguntas a mi mente: ¿Di el mensaje como debía darlo? ¿No habría habido alguna manera de salvarlos?  Y entonces oprimía mi alma tanta angustia que con frecuencia me parecía que la muerte sería una mensajera bienvenida, y la tumba un suave lugar de descanso.

TESTIMONIOS PERSONALES

No comprendía el peligro y el pecado de una conducta tal, hasta que en visión fui llevada a la presencia de Jesús.  Me miraba con ceño, y apartó su rostro de mí.  Es imposible describir el terror y la agonía que sentí entonces. Caí sobre mi rostro delante de él, pero no pude pronunciar una sola palabra. ¡Oh, cuánto anhelaba estar amparada y oculta de ese ceño terrible!  Entonces pude comprender, en cierto grado, cuáles serán los sentimientos de los perdidos cuando clamen a los montes y a las peñas: "Caed sobre nosotros y escondednos de la cara de Aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero." (Apoc. 6: 16.)

Pronto un ángel me ordenó que me levantara, y difícilmente puede describirse la escena que vieron mis ojos. Delante de mí había una compañía cuyos cabellos y ropas estaban desgarrados, y cuyos rostros eran el mismo retrato de la desesperación y el horror. Se acercaron a mi y restregaron sus ropas contra las mías. Al mirar mis vestidos, vi que estaban manchados de sangre.  Volví a caer como muerta a los pies de mi ángel acompañante.  No podía presentar una sola excusa y anhelaba estar lejos de ese lugar santo.  El ángel me alzó y dijo: "Este no es tu caso ahora, pero esta escena ha pasado delante de ti para hacerte saber cuál será tu situación si descuidas el declarar a otros lo que el Señor te ha revelado." Con esta solemne amonestación presente, salí a decir a la gente las palabras de reproche e instrucción que Dios me diera.

Los mensajes que me eran dados para diferentes personas los escribía frecuentemente para ellas, haciéndolo en muchos 273 casos en respuesta a su urgente pedido.  A medida que mi obra se extendía, esto llegó a ser una parte importante y pesada de mis labores.  Antes de la publicación del Testimonio No. 15 [1868], me habían enviado muchos pedidos de testimonios aquellos a quienes había aconsejado o reprendido; pero me hallaba en un estado de gran agotamiento, por causa de mis pesados trabajos, y rehuía la tarea, especialmente cuando sabía que algunas de esas personas eran muy indignas, y había muy poca esperanza de que las amonestaciones dadas produjesen cambio decidido alguno en ellas.  En ese tiempo fui muy alentada por el siguiente sueño:

Una persona me trajo una pieza de tela blanca, y me pidió que cortase de ella vestidos para personas de todos los tamaños y de todas las descripciones de carácter y circunstancias de la vida.  Se me dijo que los cortase y los colgase de modo que estuviesen listos para ser hechos cuando los pidiesen.  Tenía la impresión de que muchas de aquellas personas para quienes debía cortar vestiduras eran indignas.  Pregunté si ésta sería la última pieza de tela que habría de cortar, y se me dijo que no; que tan pronto como se hubiese terminado ésta, habría otras que debería atender.  Me sentía desalentada por la cantidad de trabajo que tenía delante de mi, y declaré que había estado dedicada a cortar vestidos para otros durante más de veinte años, que mis trabajos no habían sido apreciados y que no veía que hubiesen logrado mucho beneficio. A la persona que me traía la tela le hablé de una mujer en particular, para la cual me había ordenado cortar un vestido.  Declaré que no lo apreciaría, y que regalárselo sería una pérdida de tiempo y de materiales.  Era muy pobre, de intelecto inferior, desaseada en sus costumbres, y pronto lo ensuciaría.

La persona replicó: "Corta los vestidos. Este es tu deber. La pérdida no es tuya, sino mía. Dios ve no como el hombre ve. El te indica el trabajo que quiere que hagas, y no sabes qué prosperará, si esto o aquello."

Entonces alcé mis manos, callosas por el largo uso de las 274 tijeras, y declaré que no podía menos que rehuir el pensamiento de continuar esa clase de trabajo.  La persona volvió a repetir:

"Corta los vestidos.  No ha llegado todavía el momento de tu relevo."

Con sentimiento de gran fatiga me levanté para emprender mi trabajo.  Delante de mi había tijeras nuevas pulidas, que empecé a usar. En seguida me abandonaron mis sentimientos de cansancio y desaliento. Las tijeras parecían cortar casi sin esfuerzo de mi parte, y corté vestido tras vestido con comparativa facilidad. 

Hay muchos sueños que provienen de las cosas comunes de la vida, con las cuales el Espíritu de Dios no tiene nada que ver. Como hay falsas visiones, hay también falsos sueños, que son inspirados por el espíritu de Satanás.  Pero los sueños del Señor están clasificados en la Palabra de Dios con las visiones, y son tan ciertamente los frutos del espíritu de profecía como las visiones. Los tales sueños, teniendo en cuenta a las personas que los tienen, y las circunstancias en las cuales son dados, contienen sus propias pruebas de veracidad.

Puesto que la instrucción y amonestación dadas en los testimonios para los casos individuales se aplicaban con igual fuerza a muchos otros que no habían sido señalados especialmente de esta manera, me pareció que era mi deber publicar los testimonios personales para beneficio de la iglesia.  En el Testimonio No. 15, hablando de la necesidad de hacer esto, dije: "No conozco ninguna manera mejor de presentar mis visiones de los peligros y errores generales, así como el deber de todos los que aman a Dios y guardan sus mandamientos, que dando estos testimonios.  Tal vez no hay manera más directa y vigorosa de presentar lo que el Señor me ha mostrado."

En una visión que me fue dada el 12 de junio de 1868, me fue mostrado algo que justificaba plenamente mi conducta al publicar los testimonios personales. Cuando el Señor elige casos individuales y especifica sus errores, otros, que no han sido mostrados en visión, suponen frecuentemente que ellos 275 están en lo recto, o casi. Si uno es reprendido por un mal especial, los hermanos y las hermanas deben examinarse cuidadosamente a si mismos para ver en qué han faltado y en qué han sido culpables del mismo pecado.  Deben poseer el espíritu de confesión humilde.  Si otros creen que tienen razón, no por esto resulta así.  Dios mira el corazón.  El está probando las almas de esta manera.  Al reprender los males de uno quiere corregir a muchos. Pero si dejan de aceptar el reproche y se lisonjean de que Dios pasa por alto sus errores porque no los señala a ellos especialmente, engañan sus propias almas, y quedarán envueltos en las tinieblas, y serán abandonados a su propio camino, para seguir la imaginación de su propio corazón.

Muchos están obrando falsamente con su propia alma y están en gran manera engañados acerca de su verdadera condición delante de Dios, El emplea los medios y modos que mejor sirven a su propósito, para probar lo que está en el corazón de los que profesan seguirle. Presenta claramente los errores de algunos, para que otros sean amonestados y rehúyan esos errores.  Por el examen propio pueden descubrir que están haciendo las mismas cosas que Dios condena en otros. Si realmente desean servir a Dios y temen ofenderle, no esperarán que sus pecados sean especificados antes de confesarlos y volver al Señor con humilde arrepentimiento.  Abandonarán las cosas que han desagradado a Dios, como puede verse por lo comunicado a otros.  Si, por el contrario, los que no andan bien ven que son culpables de los mismos pecados que han sido reprendidos en otros, y sin embargo continúan en la misma conducta carente de consagración porque no han sido nombrados especialmente, hacen peligrar su propia alma, y serán llevados cautivos por Satanás según su voluntad.

Me fue mostrado que en la sabiduría de Dios los errores y pecados de todos no serían revelados.  Estos testimonios individuales se dirigen a todos los culpables, aunque los nombres de estos no estén incluidos en el testimonio especial que se haya dado; si las personas pasan por alto y cubren sus propios pecados 276 porque sus nombres no han sido mencionados especialmente, Dios no las prosperará. No podrán adelantar en la vida divina, sino que se hundirán siempre más en las tinieblas hasta que la luz del cielo les sea completamente retraída.

En una visión que me fue dada hace como veinte años, [1871] "me fue ordenado que presentara principios generales, al hablar y escribir, y al mismo tiempo especificara los peligros, errores y pecados de algunas personas, para que todos pudiesen ser amonestados, reprendidos y aconsejados.  Vi que todos deben escudriñar su corazón y vida detenidamente, para ver si no han cometido los mismos errores por los cuales otros fueron corregidos, y si las amonestaciones dadas para otros no se aplican a su propio caso.  Si así sucede, deben sentir que las reprensiones y el consejo fueron dados especialmente para ellos, y deben darles una aplicación tan práctica como si se les hubiesen dirigido especialmente.  Dios quiere probar la fe de todos los que aseveran seguir a Cristo.  El probará la sinceridad de las oraciones de todos aquellos que aseveran desear fervientemente conocer su deber.  Les presentará claramente su deber.  Les dará amplia oportunidad de desarrollar lo que está en su corazón." 2JT 270-276/EGW/MHP 


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